El hotel “tragado” por las aguas
Una de las tantas muestras del poder devastador que liberó la Tierra con el terremoto de 1960 fue la destrucción total del Hotel Termas de Rupanco, emprendimiento turístico iniciado alrededor de 1950 a orillas del mencionado lago, en la provincia de Osorno.

Junto con la belleza de este enclave lacustre, que permitía realizar actividades como pesca, paseos en lancha y excursiones, la principal atracción del hotel eran sus aguas termales, que habían sido referidas en 1869, gracias a una excursión de Eduardo Geisse, discípulo osornino del naturalista Rodolfo Amando Philippi.

La operación del establecimiento se convirtió en un importante foco de actividad económica para los vecinos de la zona, que vendían sus productos agrícolas, desde verduras, huevos, queso, mantequilla y miel, hasta prendas de lana, como bufandas y chombas. Asimismo, requería diversos servicios, como boteros, lavanderas, leñadores. El recinto, caracterizado por grandes salones con una hermosa vista, constaba de tres pisos, tenía capacidad para 100 personas, se extendía por 45 metros de largo, contaba con una turbina para el suministro de electricidad y poseía piscinas termales y tinas bajo techo, además de dos lanchas y un bote.

Los visitantes provenían principalmente de Osorno, gracias a un convenio con el Hotel Waeger, de dicha ciudad.

Toda la actividad generada por este negocio terminó abruptamente la tarde del 22 de mayo de 1960, cuando el terremoto provocó el derrumbe de cerros alrededor del lago. Se inició una poderosa corriente de aludes que barrieron con todas las instalaciones y que también generaron una ola por sobre los 10 metros de altura, desapareciendo el hotel en el fondo del Rupanco. Se lamentaron 11 muertos que estaban en el edificio, entre ellos el cuidador y su familia, además de algunos visitantes, según relatos de lugareños.

Los derrumbes y la gran ola surgida del lago también dejaron unos 100 desaparecidos en las cercanías del hotel, obreros camineros establecidos en campamentos debido a las faenas para conectar Piedras Negras y el Río Gaviotas.

Los cuerpos de la mayoría de los fallecidos nunca fueron recuperados.