Delivery acuático
A sus 23 años de edad, Renato Jara era fanático de las seriales. Cada domingo iba al Cine Cervantes a ver aquellas historias de ficción hechas para ser contadas en varios capítulos. El 22 de mayo de 1960 no fue la excepción De lunes a viernes trabajaba como junior en una tienda de calzados de Valdivia, por lo que los fines de semana eran solamente para el relajo. Y en eso estaba, cuando la tierra rugió.

Recuerda que primero hubo un “aviso”. De pronto en la sala se escuchó un ruido alarmante y extraño, como el del motor de un viejo tractor tratando de encender. Muchos arrancaron y en la desesperación olvidaron sus pertenencias y a sus hijos, que volverían a buscar solo minutos más tarde. Jara en tanto, optó por la calma y se quedó en la entrada del edificio de calle Chacabuco N° 200. El aire enrarecido hacía presagiar algo peor que finalmente ocurrió a las 15:11 horas. Fue cuando un terremoto de 9.5 grados en la escala de Richter lo sacudió junto con todo aquel que en ese momento estaba en gran parte del territorio sur.

Entonces la única alternativa fue arrancar. Mientras buscaba un lugar seguro escuchó los gritos de una mujer que pedía ayuda para sacar a su hijo del Hotel Palace; y a menos de una cuadra de distancia, vio el derrumbe de un edificio donde funcionaba un banco y como se partía en dos, la torre de Cuartel General de Bomberos en calle Camilo Henríquez.

La destrucción fue total. En medio de los escombros, Renato Jara se las arregló para volver a su casa a resguardar lo poco y nada que la naturaleza había decidido dejarle. Recuerda que la ayuda humanitaria se demoró al menos dos semanas en llegar y que mientras tanto tuvo que tomar agua que brotaba de un hoyo hecho en el patio.

Su primera labor de vuelta en su trabajo fue trasladar mercadería de una sucursal que había quedado inutilizable a otro ubicada más hacia el centro de la ciudad. Incluso le ofrecieron irse a una zona más segura, pero prefirió quedarse por razones económicas. Así fue entonces que también incorporó a la rutina, ayudar a los vecinos. La subida del Catrico había inundado gran parte de los Barrios Bajos, pero él tenía la solución perfecta: navegaras.

De esta forma y con su hermana Rita, comenzaron a tomar pedidos de mercadería y diversos bienes, que se encargaban de trasladar en bote por las calles inundadas. Tal y como si se tratara de un delivery en tiempos de catástrofe. De aquellos momentos hay registros fotográficos, como también de un caballero de fina estampa que viste abrigo y sombrero, mientras camina con las manos en los bolsillos por calle Camilo Henríquez con la destrucción a su espalda. Es Renato Jara, ex estudiante de la Universidad Técnica del Estado y con conocimientos en el oficio de armar radios; y sobreviviente de un desastre con mil historias por contar.